Los automóviles “inteligentes”, capaces de conducirse a sí mismos, no solo realizarán de forma rutinaria operaciones hoy tan engorrosas para los conductores humanos como la de aparcar o desaparcar en un espacio pequeño, sino que incluso serán capaces de encontrar la estación de recarga más cercana sin necesitar para nada al conductor humano. Comienzan a surgir vehículos eléctricos capaces de hacer trayectos cortos de manera autónoma, y de reaccionar apropiadamente ante obstáculos imprevistos, como por ejemplo una roca caída en la carretera o un peatón imprudente que cruza la calle sin mirar.
Incluso en los automóviles pensados para ser pilotados por un conductor humano, los más nuevos incluyen sistemas “inteligentes” de ayuda, que alertan al conductor de un posible topetazo cuando está aparcando, o vigilan la carretera y le indican la distancia de seguridad necesaria que debe mantener con respecto al vehículo de delante mientras circula. Otros detectan si el conductor se está durmiendo y le despiertan. Algunos de estos sistemas pueden incluso, ante la incapacidad temporal de la persona para hacer su trabajo al volante, tomar el control del vehículo para detenerlo de forma segura o para virar a fin de evitar una colisión.
En un primer paso, el nuevo coche eléctrico inteligente va a tener que aprender a encontrar un espacio donde aparcar, y hacerlo sin provocar ni una ralladura. La primera aplicación práctica específica de esta capacidad será permitirle al automóvil recargarse con electricidad sin ayuda humana. Esto será crucial para ofrecer a los conductores un importante ahorro de tiempo. Imaginemos el escenario siguiente: El conductor aparca con facilidad en un aparcamiento equipado de manera adecuada, en cualquier espacio disponible. El coche se ocupa de todo lo demás por sí mismo. Se comunica a través de una interfaz inalámbrica con la estación de recarga y el centro de control del parking. En este proceso, proporciona información sobre su nivel de carga y su posición. Si la batería está baja y la estación de recarga tiene libre una toma de corriente, maniobra en la zona de aparcamiento hasta llegar a las inmediaciones de la toma libre y se carga por inducción, sin cables. Después sale de ese espacio a fin de dejarlo libre para el próximo coche eléctrico, y se dirige hacia una plaza de aparcamiento libre. De esta forma, las estaciones de recarga disponibles pueden utilizarse con el máximo grado posible de aprovechamiento.
La conducción automática de coches resulta más difícil cuando el automóvil debe moverse de forma enteramente autónoma en medio del tráfico. Esto requiere sensores que puedan escudriñar lo que hay a cientos de metros por delante, así como un software que pueda reaccionar ante cualquier suceso imprevisible, tanto si este consiste en encontrarse frente a una valla móvil colocada ahí con motivo de obras en un sector de la carretera, como si se trata de circular por un tramo cubierto de nueve, o tener que afrontar una tormenta con lluvia copiosa. A fin de asegurar en estos automóviles una buena capacidad de actuar bajo todas esas circunstancias y otras, el equipo de Maidel se está concentrando en el aprovechamiento de cámaras, ultrasonidos, radares y escáneres láser que perciban el área de alrededor hasta una distancia de 200 a 300 metros.
A los avances tecnológicos en este apasionante campo se les deberán sumar avances en el terreno legal. Los primeros coches robóticos se han topado con no pocos obstáculos legales para circular por calles y autopistas sin llevar dentro a ningún humano capaz de tomar el control del vehículo si fuese necesario y de responsabilizarse de los daños que el automóvil pudiera causar. “¿Qué pasa si uno de estos automóviles se avería y atropella a alguien o colisiona contra un vehículo con ocupantes humanos?” es la pregunta que está en boca de todos. Determinar de quién es la culpa del suceso (el dueño del automóvil, el fabricante, la entidad responsable de la ITV…) podría ser complicado. Con un buen seguro que cubra los daños materiales se podrían solucionar estos, pero no las lesiones incurables o los fallecimientos. Sin embargo, por otro lado, todo apunta a que la cantidad de accidentes, incluyendo los mortales, provocados por automóviles robóticos será muy inferior a la que inexorablemente provocan los conductores humanos; de modo que el resultado global neto será beneficioso.
Otra preocupación es la de que se haga un mal uso de estos automóviles, con delincuentes y sobre todo terroristas crackeándolos para que provoquen accidentes, o simplemente cargando en ellos una bomba con temporizador o detonable a distancia y enviándolos hacia su objetivo sin que los terroristas deban siquiera hacer acto de presencia en el lugar del atentado. Evitar esta clase de riesgos requerirá desarrollar las medidas oportunas.